viernes, 28 de abril de 2017

R.P. TRINCADO - SERMÓN DEL DOMINGO I DESPUÉS DE PASCUA


"Misa en una cabaña de Connemara" (Irlanda),
por Aloysius O'Kelly (1853-1936).





Y les dijo Cristo: "La paz sea con vosotros. Como el Padre me envió, así también yo os envío". Y dichas estas palabras, sopló sobre ellos y les dijo: "recibid al Espíritu Santo: a los que perdonéis los pecados les quedarán perdonados y a los que se los retengáis les quedarán retenidos".

Como Dios Hijo fue enviado por Dios Padre, Cristo, a su vez, envía a sus Apóstoles al mundo con un fin determinado y con un poder determinado: el fin que les señala es salvar a los hombres y el poder que da para eso no es el de un dominio tiránico sobre las ovejas, el de un control férreo sobre las vidas de los creyentes; sino el poder de perdonar los pecados, el poder de la misericordia, un poder en el que, ante todo, resplandecen el amor y la mansedumbre. Y aunque solamente se ha dado a los sacerdotes católicos ese poder que es capaz de abrir a las almas las puertas del Cielo, la inmensa mayoría de los hombres ignora o desprecia ese poder, esa misericordia, ese amor; y van por los caminos oscuros que alejan de Dios, hacia las tinieblas eternas del infierno.

Los demonios, por su parte, son enviados por Satanás al mundo para condenar a los hombres introduciéndolos en el pecado y reteniéndolos en él. La victoria de Dios en nuestras vidas es el fracaso del demonio. La victoria del demonio sobre un alma hace inútil la muerte de Cristo, hace infructuosa la Redención para esa alma en particular. Nuestro Señor Jesucristo ha venido a salvarnos, el demonio ha venido a condenarnos, y nosotros hemos venido a decidir quién vencerá en nuestras vidas: Dios o el diablo. Esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe, dice San Juan en la Epístola de hoy. Sin la fe católica es imposible que Cristo venza en la guerra que cada uno de nosotros ha venido a librar a esta tierra. Nuestra fe es la victoria que vence al mundo. Fue para destruir la fe y derrotar a Cristo, que el demonio planeó y ejecutó el portentoso engaño del Vaticano II.

“El Papa actual y estos obispos -afirma Mons. Lefebvre en su libro “Itinerario Espiritual”- ya no trasmiten a Nuestro Señor Jesucristo, sino una religiosidad sentimental, superficial, carismática, por la cual ya no pasa la verdadera gracia del Espíritu Santo en su conjunto. Esta nueva religión no es la religión católica; es estéril, incapaz de santificar la sociedad y la familia.”

Desde ese concilio, entonces, una falsa religión antropocéntrica (humanista) tiende a reemplazar, en la Iglesia, a la verdadera religión teocéntrica. Y aunque esa religión nueva y falsa está causando grandísimos estragos a innumerables almas desde hace 50 años, siendo propagada desde dentro por un clero católico traidor plagado de envenenadores liberales y modernistas, y extendiéndose cada vez más, como tumor maligno o como gangrena; nunca logrará suplantar enteramente a la religión verdadera. Nunca, porque Cristo prometió que “las puertas del Infierno no prevalecerán” contra su Iglesia.

Para salvar nuestras almas, debemos rechazar esa nueva religión mentirosa y conservar la fe de siempre. Dice el Introito de esta Misa: como bebés recién nacidos, aleluya, como espirituales; desead la leche espiritual sin maldad. Ese alimento espiritual purísimo es la fe de siempre, la fe que profesaron los católicos de todos los tiempos y de todos los lugares hasta el maldito concilio Vaticano II. ¿Se exagera al calificar de “maldito” al último concilio? No: ese concilio es verdadera y propiamente maldito satánico.

Dice Mons. Lefebvre en la obra antes referida: “El mal del concilio es la ignorancia de Jesucristo y de su Reino. Es el mal de los ángeles malos, el mal que encamina al infierno.” "El resultado de este concilio es mucho peor que el de la Revolución" (francesa). “No hay que tener miedo de afirmar que las autoridades romanas actuales, desde Juan XXIII y Pablo VI, se han hecho colaboradoras activas de la Masonería judía internacional y del socialismo mundial.”

Y en su libro "Le Destronaron”, Mons. Lefebvre no vaciló en afirmar que el concilio "es el desastre más grande (que ha sucedido a la humanidad) desde la fundación de la Iglesia". Sí, porque ningún otro desastre ha dañado tanto la fe, ningún otro desastre ha debilitado y desfigurado tanto a la Iglesia, ningún otro desastre ha resultado tan devastador para las almas como el concilio Vaticano II. Nadie pudo imaginar jamás que un concilio de la misma Iglesia de Cristo iba a ser “degollador”, iba a intentar separar a Cristo de su Cuerpo Místico, convirtiendo al 99,99% de los católicos en herejes al menos materiales. Porque ese concilio -por la vía astutísima de las palabras ambiguas, no de una contradicción directa o abierta del dogma- osó fundar, dentro de la Iglesia, una nueva religión opuesta a la única religión verdadera; el Vaticano II es la más grande trampa, el mayor fraude, la más colosal siembra de cizaña que el demonio haya hecho jamás. En momentos en que los acuerdistas que dirigen la FSSPX se esfuerzan por disimular la inconmensurable maldad del concilio a fin de no chocar con los anticristos que usurpan la Jerarquía católica, conviene decir esta verdad terrible: sólo dos acontecimientos en la historia humana son peores que el Vaticano II: el deicidio y el pecado original.


Queridos fieles: la victoria que ha vencido al mundo es nuestra fe. Conservemos la fe para que Cristo venza. Bendigamos siempre el día en que, por gracia de Dios, pasamos del “catolicismo liberal” de las Parroquias al catolicismo verdadero de la FSSPX. Gracias a eso pudimos conservar el tesoro de la fe que vence al mundo. Bendigamos también el día y la hora en que, por nueva gracia de Dios, salimos de una Fraternidad finalmente envenenada por el liberalismo, que busca capitular ante Roma apóstata. Gracias a eso podremos seguir conservando el tesoro de la fe que vence al mundo.