sábado, 9 de julio de 2016

RECONOCIMIENTO




reconocimiento
1. m. Acción y efecto de reconocer o reconocerse.
2. m. gratitud.
Rueda de reconocimiento.

reconocer
Del lat. recognoscĕre.
Conjug. c. agradecer.
1. tr. Examinar algo o a alguien para conocer su identidad, naturaleza y circunstancias. “Reconoció detenidamente las joyas familiares”.
2. tr. Establecer la identidad de algo o de alguien. “Reconoció al asesino por su forma de mirar”.
3. tr. Examinar a alguien para averiguar el estado de su salud o para diagnosticar una posible enfermedad. “El médico lo reconoció esta mañana y no le encontró nada grave”.
4. tr. Explorar de cerca un lugar para obtener una información determinada. “La policía estuvo reconociendo el escenario del crimen”.
5. tr. p. us. registrar (‖ examinar para encontrar algo). “Encontraron heroína al reconocer el equipaje”.
6. tr. En las relaciones internacionales, aceptar un nuevo régimen o Gobierno. “Europa reconoce la soberanía del nuevo Estado”.
7. tr. Admitir o aceptar algo como legítimo. “La Constitución reconoce el derecho a la enseñanza”.
8. tr. Admitir o aceptar que alguien o algo tiene determinada cualidad o condición. “Fue reconocido rey de su pueblo. Lo reconozco como jefe”.
9. tr. Admitir como cierto algo. “Juan reconoció que se había equivocado”.
10. tr. Agradecer un beneficio o un favor recibidos. “Les reconocieron su abnegada dedicación a los jóvenes”.
11. tr. Dicho de una persona: Aceptar legalmente que otra es su hija. “Reconoció a Luis por hijo suyo”.
12. tr. prnl. Biol. Dicho de dos moléculas o agrupaciones moleculares: Interaccionar específicamente, dando origen a funciones biológicas determinadas, como la acción hormonal, la transmisión nerviosa, la inmunidad, etc.
(Diccionario RAE)


Empecinadamente ciegos, una gran parte de los que apoyan a la FSSPX son testigos de la interminable novela de la “reconciliación” entre Roma y la FSSPX, que nunca parece concluir y siempre tiene otro capítulo que agregar para estirar las negociaciones, pero sin advertir el desgaste, las concesiones y el declinar que se va produciendo progresivamente en la Fraternidad, hasta que se encuentre ya del todo y gradualmente “reconocida” y sin vuelta atrás. Hablamos de ceguedad, v.gr., por palabras como estas vertidas en un blog adscripto a la FSSPX: “Esta idea se divide entre los que quieren una ruptura pública y notoria con el Vaticano, y los que quieren un acuerdo público y notorio con él (acuerdistas), ambos hasta ahora insatisfechos. Los primeros hacen impugnaciones de tipo doctrinal, y los segundos de tipo jurídico; impugnaciones que finalmente, y en todos los casos, resultan forzadas en  los argumentos a partir de la finalidad que se propone el impugnante, acordar o no acordar. Resultan “ideológicas”. Esto no quiere decir que cuando alguien se propone un fin, al disponer y condicionar lo medios que sirvan a ese fin, ideologiza toda su visión. Pero sí pasa esto, cuando el fin que se busca, no es el fin correcto” (acá).


De manera que, según esta forma de pensar, rechazar un acuerdo con Roma modernista hasta tanto ésta no regrese a la doctrina católica, como quería Mons. Lefebvre, sería un fin que no es el fin correcto, y de allí se “ideologizarían” todos los argumentos en defensa de esta posición (esta opinión, claro está, es también la sostenida por los acuerdistas que encabeza Mons. Fellay). Que se diga que son forzados esos argumentos, es algo precisamente forzado y al fin, una opinión sin fundamentos, ya que no se prueba que esos argumentos son forzados. Y los argumentos innumerables (que hemos recogido paciente y trabajosamente en esta entrada y en esta otra de nuestro blog para ofrecérselos precisamente a los que están en la FSSPX, según parece sin despertar su interés porque, claro, ellos ya saben y no necesitan saber nada más; de allí que no nos hagamos ilusiones respecto de que puedan querer indagar en lo que pasa verdaderamente con la Fraternidad) se basan no en opiniones personales ni “teorías de la conspiración”, sino en hechos concretos, en declaraciones oficiales concretas, en sermones concretos, en obras concretas, y en un cambio de posición que tiene que ver incluso con lo doctrinal y que no puede recibir otro nombre que el de traición. Que haya ingenuos que a esta altura digan que no hay malos sacerdotes en la FSSPX, que no hay pederastas o pedófilos en la FSSPX, que no hay infiltrados gnósticos y judíos en la FSSPX, que no hay liberales en la FSSPX, para tragarse el sapo de un cuento de hadas, francamente habla de una ingenuidad o una ignorancia (por no hablar de estulticia) que seguramente va relacionada con cuestiones de afectos familiares e intereses y lazos personales que dificultan el llegar a sospechar estas cosas, que si bien no son generalizadas, existen y están trabajando la auto demolición de la Fraternidad. Pero también es una posición influida por el contagio liberal ambiente, de algunos prioratos que se ven con muy buenos ojos a sí mismos. Se miran demasiado a sí mismos autocomplacientes, como suelen hacer los llamados de la “línea-media”. Dicho esto sin el desdén altanero que tanto hemos advertido dentro mismo de la Fraternidad. Pero dicho sí, con cansancio y hartazgo. Dios nos manda examinar los espíritus para ver si son de Dios, y estar alerta contra los lobos disfrazados de corderos. Esta labor no puede hacerla nadie por nosotros mismos. Y Dios nos da su Sabiduría sin necesidad de que seamos letrados, leguleyos, peritos o profesores. En realidad se las niega a los que se pretenden orgullosamente ser eso. Basta con pedirla sinceramente con humildad. Pero a quien se ciega voluntariamente, porque es más cómodo seguir así, a ese nadie lo puede esclarecer. Ese que prefiere “no complicarse la vida” actúa como el que aceptó poco a poco las innovaciones conciliares, y cuando se quiso acordar le habían cambiado hasta la misa. Nada se echa a perder de golpe.


Ahora parece darse una pequeña disputa entre dos posiciones de moderados dentro de la FSSPX. Como las disputas que se dan en el progresismo, donde cada uno clama por ser más progresista que el otro, en este caso se trata de ver quién es más  incondicional “fraternitario”. Allí está el problema: en realidad se trata de ser cada día más católico, y en la medida que se lo es, se estará ayudando a la FSSPX, incluso combatiendo lo malo que hay en ella. La adulación y la obsecuencia no son buenas compañías. El partidismo tradi es hijo de aquellas. Pero estamos en la era del branding publicitario, al cual la FSSPX se ha incorporado -aunque los neo-fraternitarios ni lo sepan ni lo quieran entender-, de allí esta imagen de marca que se repite con sus corazoncitos como logo publicitario mostrado hasta el hartazgo en las fachadas de iglesias, en los ornamentos de los sacerdotes, en los paragüitas blancos, en los gorritos y objetos de merchandising, etc. La FSSPX centrada en sí misma. Clamando por su “reconocimiento”. Deseando que la llamen “buena”. “Buena tipa”. “Grande”. Al fin: “Católica”.

Los “creyentes” en Mons. Fellay y su Fraternidad son capaces de decir cosas como estas, también: “lo que realmente me produce nauseas es tener como objetivo el firmar un acuerdo, es decir, ser “acuerdista” como postulado, porque entonces todo se subordina a este resultado. Pero si me dicen que lo quieren es hacer buenos sacerdotes, y que esto primará en la firma o no de un acuerdo, pues me quedo bien tranquilo. Y justamente esto es lo que dice el documento. No están pensando en firmar o no un acuerdo, sino en hacer buenos sacerdotes. No son “acuerdistas”. No vendrán del acuerdo las buenas consecuencias. Acordar o no, puede ser un medio, que prudencialmente se juzgará si sirve o no al fin buscado” (acá).

Hay que quedarse tranquilos. La FSSPX no está pensando en firmar o no un acuerdo (es decir, aceptar su “reconocimiento”), sino solamente en formar buenos sacerdotes. ¿Seguro que es así? ¿Seguro que la FSSPX “no está pensando en firmar o no un acuerdo”? Si no busca el “reconocimiento canónico”, ¿por qué continúa el diálogo con Roma? ¿Y por qué acepta las dádivas de Roma? Y si tiene ese interés en acordar, ¿es sólo uno más de sus intereses y objetivos, o es una prioridad? Y ¿qué entiende Roma por “reconocimiento”? ¿En qué sentido lo entiende?

Contra algunos que quieren creer –y hacerles creer a los demás- que la FSSPX sólo busca formar sacerdotes católicos y punto, y si llega el acuerdo bien…y sino también…está lo dicho por Mons. Fellay en el reciente comunicado: “La Fraternidad Sacerdotal San Pío X (…) no busca ante todo un reconocimiento canónico”. Eso significa que no busca primero o principalmente (eso quiere decir “ante todo”) un reconocimiento canónico, pero no significa en absoluto que no lo busca. Cual sea el orden de ese objetivo –segundo, tercero, cuarto o etc.- no lo dice Mons. Fellay. Pero está claro que si las relaciones, los diálogos y las “puertas abiertas” con Roma continúan, es porque el interés por alcanzar ese “reconocimiento canónico” es muy grande. ¿Cuánto de grande es ese interés, y cómo influye en la política interna y el apostolado de la FSSPX?

Aunque no se lo quiera reconocer, el haberse puesto esa meta, primero por parte del GREC allá por fines de los años ’90, luego oficialmente en la Fraternidad a partir del año 2000 y más notoriamente con la adopción de “una nueva posición” (Mons. Fellay dixit) con respecto a la Iglesia oficial, en marzo de 2012, tras el fracaso de las conversaciones doctrinales, ha modificado a la Fraternidad en su posición doctrinal, en su  política interna y en su apostolado ad extra. Y su camino y su identidad se han visto modificados a partir de la adopción de esa meta del “reconocimiento”. Por lo tanto no es un tema menor, simplemente un plus que no afecta la naturaleza misma de la congregación. Es un tema de capital importancia. La FSSPX ha virado su nave en función de llegar a ese puerto llamado “reconocimiento canónico”. Y sus fieles hoy, en vez de pensar en función de un combate, terminan discutiendo penosamente entre sí acerca de un acuerdo.

A lo largo de los años, en las entrevistas o conferencias que ha ido dando, Mons. Fellay ha tocado siempre el tema y ha dejado en claro la necesidad y el deseo que siente él y la congregación de ser “reconocidos” por las autoridades (modernistas) romanas. Hagamos un somero repaso de algunas de sus palabras al respecto:

“Es en este contexto que conviene interrogarse sobre el reconocimiento de la Fraternidad por la Iglesia oficial. ¡No se trata para nosotros de pedir una tarjeta de identidad que ya tenemos! No se trata tampoco de un falso complejo o de un “sentimiento de gueto”. Se trata de una mirada sobrenatural sobre la Iglesia y el hecho de que ella permanece en manos de Nuestro Señor Jesucristo, aún desfigurada por sus enemigos. Nuestros nuevos amigos en Roma afirman que el impacto de tal reconocimiento sería extremadamente poderoso para toda la Iglesia, como una confirmación de la importancia de la Tradición para la Iglesia”
(Cor Unum, marzo 2012)

“No somos nosotros los que hemos pedido un acuerdo, es el Papa el que quiere reconocernos. Podemos pues preguntarnos el porqué de este cambio. ¡Todavía no estamos de acuerdo doctrinalmente, y sin embargo el Papa quiere reconocernos! ¿Por qué? La respuesta es ésta: hay problemas tremendamente importantes en la Iglesia de hoy. Debemos hacer frente a estos problemas. Debemos dejar de lado los problemas secundarios y hacer frente a problemas mayores. Esta es la respuesta de tal o cual prelado romano, pero no lo dirán jamás abiertamente; hay que leer entre líneas para entender”.
(Entrevista con DICI, 7 junio de 2012)

“Personalmente, hubiera querido esperar algún tiempo más para ver las cosas más claras. Pero una vez más, realmente parece que el Santo Padre quiere que esto suceda ahora. La iniciativa viene de él y es genuina. Si este reconocimiento sucede se lo deberemos a él. Definitivamente solo a él”.
(Entrevista con CNS, junio 2012)

-Monseñor Fellay, ¿Valoraría Ud. que el último acto significativo del pontificado de Benedicto pudiera ser la reintegración de la Fraternidad San Pío X?
-Por un momento pensé que lo sería. Con la renuncia, Benedicto XVI quizás haría un gesto final en calidad de Papa a favor de nosotros. Dicho lo cual, se me presenta muy difícil imaginar cómo podría hacerlo. Probablemente tengamos que esperar al próximo Papa”.
(Entrevista de Nouvelles de France, febrero 2013)

“Queremos ser católicos y somos católicos, tenemos el derecho a ser reconocidos como católicos”
(12 de octubre de 2013, conferencia en USA)

“Pero es cierto que la situación de nuestra Fraternidad en la Iglesia no es normal. Somos católicos y debemos ser reconocidos como tales, por las autoridades de la Iglesia”.
(Carta a un fiel de Polonia, 29 de noviembre de 2013)

La estampilla de Roma es importante”.
(Sermón de ordenaciones, 20 de diciembre 2014).

“No hay que temer el reclamar con toda justicia, por parte de las autoridades de la santa Iglesia, el ser reconocidos y considerados como católicos”.
(Cor Unum, Junio 2015)

“Entonces ¿vamos a ser reconocidos sí o no? Francamente, no tengo idea ¿y por qué? Por el estado de la Iglesia. Porque incluso en Roma tienen gente que quieren nuestra muerte, nuestra condenación, y lo decimos, por ejemplo, tenemos una respuesta a los fieles por parte del Secretario de Estado, en septiembre, y dice que somos cismáticos y al mismo tiempo el papa dice: "no son cismáticos, son católicos, se negó a excomulgarnos y nos dio el poder de confesar. Entonces hay gente en el Vaticano, unos tienen una respuesta y otros una contradictoria, y a este problema me he enfrentado desde 2009, no es nuevo, pero es cada vez peor. Pero lo gracioso es que tenemos al papa, diría, de nuestro lado, y hay otras instancias en Roma que se oponen totalmente, y al final uno se pregunta ¿quién ganará en el Vaticano? ¿Quién es el que ganará? ¿El papa o los otros? y siento mucho decirlo, pero no lo sé. Es una situación absolutamente increíble”. 
(Conferencia, 22 de enero de 2016)

“Nosotros siempre nos hemos considerado como católicos. Si esto finalmente es reconocido, bien para nosotros”.
(Entrevista, Salzburger Nachrichten, Junio 2016)

“La Fraternidad San Pío X, en el actual estado de grave necesidad que le concede el derecho y el deber de proporcionar los auxilios espirituales a las almas que recurren a ella, no busca ante todo un reconocimiento canónico, al que tiene derecho por ser una obra católica”
(Comunicado, 29-06-2016)  

De igual modo el Capítulo general del 2012 había afirmado:

“Hemos definido y aprobado las  condiciones necesarias para una eventual normalización canónica”.

Y en la “Declaración con ocasión del XXV aniversario de las consagraciones episcopales” del 27 de junio de 2013 se decía:

“Este amor por la Iglesia explica la regla que Mons. Lefebvre siempre observó: seguir a la Providencia en todo momento, sin jamás pretender anticiparla. Entendemos que así lo hacemos, sea que Roma regrese de modo rápido a la Tradición y a la fe de siempre —lo que restablecerá el orden en la Iglesia—, sea que se nos reconozca explícitamente el derecho de profesar de manera íntegra la fe y de rechazar los errores que le son contrarios, con el derecho y el deber de oponernos públicamente a los errores y a sus fautores, sean quienes fueren – lo que permitirá un comienzo de restablecimiento del orden”.

Como ya ha sido señalado por varios analistas, esta persecución de un “reconocimiento” o “normalización” para al fin ser llamados oficialmente “católicos” por parte de las autoridades romanas, que son herejes modernistas y por lo tanto han sido condenadas de antemano por la Iglesia, se debe principalmente a no entender lo que es el modernismo y el liberalismo, ni hacer la distinción entre la Iglesia católica y la autodenominada “iglesia conciliar”. No abordaremos este tema que ya ha sido tratado de manera concluyente por los Dominicos de Avrillé (acá). Pero recordaremos el pensamiento de los líderes de la Neo-FSSPX en estas palabras de Mons. Fellay:

“El hecho de ir a Roma no quiere decir que estemos de acuerdo con ellos. Pero es la Iglesia. Es la verdadera Iglesia. Rechazando lo que no es bueno, no hay que rechazar todo. Ella sigue siendo la Iglesia una, santa, católica y apostólica”.
(En Flavigny el 2 de septiembre de 2012).

Respecto de lo cual podemos recordar estas palabras del Cardenal Ratzinger que van en ese sentido, anunciando lo que sería su futura táctica para evitar la ruptura de los “lefebvristas”:

“Personalmente, yo estuve desde el principio por la libertad de continuar el uso del antiguo Misal por un motivo muy simple; se comenzaría desde entonces a hablar de una ruptura con la Iglesia preconciliar y de la formación de modelos diferentes de iglesias: una Iglesia preconciliar ya pasada y una iglesia nueva, conciliar. Esta es por otra parte, actualmente, el slogan de los Lefebvristas, el afirmar que hay dos iglesias, la gran ruptura fue visible para ellos en la existencia de los dos Misales, que estarán en ruptura entre ellos”. (acá)

Si la Roma modernista y anticristo, si la Roma ocupada por enemigos liberales y masones, que enseña herejías, que conduce a la apostasía con su culto del hombre, que destruye la Tradición, que ha roto con la doctrina anterior al Vaticano II, que ataca la moral, si esa es la Iglesia católica, así sin más, sin distinciones, sin discriminaciones, entonces se entiende que la FSSPX quiera estar dentro de ella. Y que piense y diga repetidamente que el problema lo tiene la FSSPX, cuando en verdad el problema lo tienen los modernistas, que son quienes deben regresar a la religión católica. Pero en todas estas discusiones la FSSPX se ocupa de su status canónico como si no tener una situación “regular”, como si no tener “los papeles en regla”, como si esta superstición del “papel sellado”, le impidiera seguir sosteniendo la doctrina católica de siempre y actuar en consecuencia. El segundo en la Fraternidad, el P. Pfluger es quien más se ha  encargado de destacar que la Fraternidad debe dejar de ser “anormal” y solucionar su “problema”:

“Hubo una nueva fase que comenzó en el año 2000. Con el Papa Juan Pablo II. Roma busca una solución para la Tradición, esa Tradición que se extiende. Es Dios quien juzga las intenciones, no nos toca a nosotros, pero hay un acercamiento, hay una nueva mirada para la Fraternidad en especial y para la Tradición en general. Y comienzan las discusiones, las negociaciones. Pero la respuesta de Mons. Fellay era: no tenemos confianza. Pues Roma había intentado hacer entrar la Tradición al sistema moderno, al concilio, a las reformas postconciliares. Necesitamos seguridad. Y por eso establecimos una política para arreglar estos contactos, para llegar a una solución canónica estable. Y todos en la Tradición estaban de acuerdo que era normal reencontrar una situación normal. Nosotros fuimos sacados injustamente. Nosotros estamos dentro de la Iglesia, pero en la visión, la conciencia, el concepto del mundo, de la Iglesia moderna, nosotros estábamos excomulgados, entonces es normal encontrar una situación donde la Tradición tenga su justo lugar en la Iglesia, y que la Iglesia regrese a su verdadera tradición”.
(Conferencia en Lewis, Canadá, 19 de mayo de 2016)

“Esta situación irregular de la Fraternidad es tal vez un castigo porque ella se ha enfocado en los errores, hemos tratado y tratado al papa como un estudiante, juzgamos sistemáticamente los textos que vienen de Roma, por principio esto es muy grave.
“Si cortamos con Roma, somos sedevacantistas”
(Conferencias en Flavigny, Navidad 2013)

Mons. Lefebvre pensaba que los que se habían apartado de la Iglesia católica y debían regresar a ella eran los modernistas. El P. Pfluger dice lo contrario. A esta cuestión ya han respondido los Dominicos de Avrillé diciendo que:

“es falso que nosotros estemos en una situación anormal. Por el contrario, mientras que la situación continúe siendo anormal en Roma (debido al hecho de la ocupación modernista), es normal que nosotros nos mantengamos a distancia”.

Y también, por supuesto, mucho antes, Mons. Lefebvre:

“Meterse dentro de la Iglesia, ¿qué quiere decir eso? Fácil es decirlo, pero ¿de qué Iglesia estamos hablando? Si hablamos de la Iglesia “conciliar”, eso significaría que después de 20 años de lucha por la Iglesia “católica” ahora deberíamos entrar en esta Iglesia conciliar para hacerla supuestamente católica. Esto es totalmente ingenuo. No son los inferiores quienes hacen a los superiores, sino los superiores a sus sujetos”. (Fideliter Nº 70, Julio-agosto 1989).

Como podemos ver, el problema para el P. Pfluger es la “anormalidad” de la FSSPX. Y para Mons. Fellay “la estampilla es importante”. De modo tal que esta afirmación: “Pero si me dicen que lo quieren es hacer buenos sacerdotes, y que esto primará en la firma o no de un acuerdo, pues me quedo bien tranquilo”, no se corresponde con la realidad. La FSSPX no busca un acuerdo para formar sacerdotes católicos, ahora lo hace sin problemas. Podría formar muchos más, supone, dentro de Roma. Pero a Roma, eso está claro, no le interesa formar ni que haya más buenos sacerdotes. Pues si quisiera eso, sencillamente, lo haría ella misma. La FSSPX busca un acuerdo porque se siente “anormal”, porque no le gusta que la traten de “freak” (“En los medios de comunicación y en todas partes nos dicen cismáticos o renegados o separados de la Iglesia, nos desharíamos de esto”, P. Pfluger), porque cree que tiene un “problema” al no tener una “situación canónica regular”. Y lo otro lo ve como una posible consecuencia de este acuerdo que la “normalice”. Claro que lo otro es un absurdo, pues Francisco no va a dejar que nadie amenace su agenda globalista que busca forjar una nueva religión sincretista mundial. Veamos la última entrevista a Francisco, realizada para el diario argentino La Nación. ¿Qué dice allí?

-¿Cómo se lleva con los ultraconservadores de la Iglesia?

-Ellos hacen su trabajo y yo hago el mío. Yo quiero una Iglesia abierta, comprensiva, que acompañe a las familias heridas. Ellos le dicen que no a todo. Yo sigo mi camino sin mirar al costado. No corto cabezas. Nunca me gustó hacerlo. Se lo repito: rechazo el conflicto. Y concluye con una sonrisa amplia: "Los clavos se sacan haciendo presión hacia arriba. O se los coloca a descansar, al lado, cuando llega la edad de la jubilación". Genio y figura del papa Bergoglio. (acá)

Veamos lo que dice allí el muy astuto Francisco: 1) Por más que haya “ultraconservadores” en la Iglesia, a los que desprecia y desdeña, él los deja, mientras sigue haciendo lo suyo. Los ultraconservadores no impiden que él, Francisco, continúe su obra destructora. Por eso los deja sin “cortarles la cabeza”. 2) Pero en caso de que alguno se propasase y resultara una amenaza, él sabe cómo deshacerse de ellos: a los clavos se los saca haciendo presión hacia arriba. ¿Qué quiere decir esto? Que cuando el clavo (ultraconservador)  piensa que lo están elevando (reconociendo) en realidad lo están quitando de su agarre, de lo que lo hacía fuerte, para colocarlo a descansar a un costado, donde no estorbe. No hace falta que corte la cabeza del clavo (excomunión) porque el clavo seguiría estando. Su objetivo es quitarlo. Con la FSSPX lo está logrando.

Francisco está sacando poco a poco el clavo que significa la FSSPX, haciendo pequeñas “concesiones”, concediéndole jurisdicción ordinaria para algunos Sacramentos, dándoles cucharaditas de ambrosía a Mons. Fellay (que retribuye con requiebros la gentileza de Su Santidad).

Entonces, ¿qué debería hacer la FSSPX para no ser ese clavo ultraconservador que es quitado? Reconocer de dónde viene, cuáles fueron las enseñanzas de su fundador: “No tenemos la misma manera de concebir la reconciliación. El Cardenal Ratzinger la ve en el sentido de reducirnos, de conducirnos al Vaticano II. Nosotros la vemos como una vuelta de Roma a la Tradición. Y así no hay quien se entienda. Es un diálogo de sordos” (Mons. Lefebvre, Fideliter Nº 66, septiembre 1988). Pero ya es tarde. La FSSPX ya ha aceptado que Francisco (y antes Benedicto) la empiecen a desclavar hacia arriba. Su resistencia es cada vez más débil. Entonces, cabe distinguir qué entienden unos y otros por “reconocimiento”.

La FSSPX,  ha caído en una noción distorsionada, no sólo de la Iglesia, sino también de la autoridad. Como escribió el P. Chazal: “Es muy sintomático que Monseñor Fellay haya declarado en Lille el 7 de mayo de 2013 que no podíamos pedir a las autoridades romanas el condenar el concilio y la nueva misa, porque no podemos pedir a las autoridades que pierdan prestigio. Yo creo que al contrario, cuando una autoridad reconoce sus errores, ella recupera el prestigio que perdió al empecinarse en sus errores. Toda autoridad lo es a causa de su proximidad con la sabiduría o la Verdad. Ponemos a alguien en el poder, y sobre todo Dios pone a alguien en el poder en virtud de una sabiduría percibida o real. Un jefe indica un camino a seguir en virtud de un conocimiento mejor que tiene respecto a los otros. Su autoridad sigue creciendo, al igual que la de un gran general, a medida que los subordinados se dan cuenta de que él sabe lo que está haciendo. En lugar de eso se nos presenta una noción ciega de la autoridad; tanto en los jefes como en los fieles que deben dejar de buscar informarse sobre el comportamiento de sus autoridades y sobre las razones doctrinales que llevan a tomar tal o cual decisión. Si leemos uno por uno los pasajes que tratan sobre San Pedro en el Evangelio, vemos que el San Pedro escogido por Jesús no era un « Monseñor yo sé todo » que jamás pierde su dignidad (incluso después de Pentecostés: Quo Vadis, Epístola a los Gálatas…). En este nivel, San Pedro es tranquilizador. Él decide, él conduce la Iglesia con mano fuerte, pero por momentos se merece ser reprendido porque es culpable. La catástrofe del Vaticano II no hubiera sido tal si hubiéramos tenido en esa época una noción menos moderna y voluntarista de la autoridad. La masonería utiliza esta noción en todas partes”. En razón de esa visión de la autoridad que se han formado los líderes de la Neo-FSSPX, se perciben a sí mismos como no retribuidos y necesitan por ello ser pública y oficialmente “reconocidos”. Esto es a todas luces puro fariseísmo.

En tanto que Roma no ofrece el mismo tipo de reconocimiento, pues ellos desprecian todo conato o idea de Tradición. Y mientras la FSSPX espera ser reconocida como “hija de la Iglesia” y “baluarte del catolicismo” por los enemigos de la misma, éstos están preparando su “rueda de reconocimiento”, donde los sospechosos y culpables son observados por los testigos y damnificados, de un modo nada favorable. Quizás para luego hacer el final reconocimiento de un cadáver.