sábado, 11 de junio de 2016

NEGOCIANTES SANTOS



Negociantes judíos. ¿Modelos para Bergoglio?


-¡Tolerancia!- ¡No exasperemos las pasiones!- exclamaba compungido, cuando la impiedad combatía a la Iglesia, y la revolución minaba el trono, y los ladrones de oficinas limpiaban el bolsillo público…Y cuando la Iglesia quedaba despojada, y el trono se hundía derrumbado, y el bolsillo se declaraba en quiebra, acudía la prudencia de D. Benito, extremecida de horror, a tender un tupido velo sobre aquellos horrendos despojos.
(P. Luis Coloma, “¡Era un santo!”)



Muy amables lectores, si alguno de Ustedes aún albergaba dudas acerca de Monseñor Fellay, prestando oídos a las sospechas hirientes de algunos disidentes perturbados; si los infundios calumniosos que lo sindican como un liberal enturbiaban la paz de su ya nada fácil posición lefebvrista; si aun ni siquiera el testimonio conmocionado de un Michael Matt les bastaba para atreverse a musitar a la salida de su priorato que el Superior de la Fraternidad San Pío X es un santo; tenemos el agrado de informarles que podrán despejar a partir de ahora tales nubarrones de su otoñal horizonte, y afirmar sin titubeos ni rubores, y con voz estentórea a los cuatro vientos, la santidad de Monseñor Fellay, pues es nada menos que Francisco quien acaba de confirmarlo.

Sí amable lector, no se apure que no entendió mal. Es que Bergoglio acaba de “homiliar” (para usar un neologismo tan caro al ex Arzobispo porteño) en Santa Marta acerca de “la santidad de la negociación” (puede leer su sermón en el diario oficial vaticano acá o en La Stampa acullá). Y ¿acaso no es el camino de la negociación (todavía sin éxito, convengamos) el que ha emprendido venturosamente y sin desalientos, desde hace por lo menos 16 años, Monseñor Fellay, en su búsqueda de la “estampilla” vaticana? ¿Acaso alguien más insistente que él en su afán negociador y en su “sano realismo”, como acaba de enseñar Francisco que son las virtudes deseables del cristiano? ¿No fue acaso Mons. Fellay quien puso en su sitio a los fantasiosos obispos de la Fraternidad, cuando les dijo claramente, en medio de sus negociaciones con Roma, “vuestra actitud carece de realismo tanto respecto a la intensidad de los errores como en su amplitud” acerca del Vaticano II? ¿No fue Monseñor Fellay quien estuvo dispuesto a dividir la congregación por no dejar de lado su santa cruzada negociadora? Sí, lo fue, y las palabras de Francisco no hacen sino venir a poner las cosas en su lugar: un buen negociador está en camino de los altares.

Hoy Francisco nos dice que «Muchas veces no se puede llevar a la perfección, pero al menos hagan lo que puedan, pónganse de acuerdo». ¿Y no es acaso lo que viene intentando con santa paciencia Mons. Fellay, diciendo que no es posible ni realista esperar a que Roma vuelva a la Tradición para llegar a un acuerdo?  ¿Usted lector pensaba que santidad era la de ofrecerse y aceptar el sacrificio por amor a Cristo? Pero no, santo puede ser además y también el que está por su lado negociando para no tener que decir “esto o nada”…como negoció Judas aquella noche en Jerusalén… ¿No se da cuenta, amable lector, que Mons. Fellay, como los viejos profetas que aparecen en la mente matutina de Bergoglio, quiere traer un “aire nuevo”? Todos tenemos un ideal, Mons. Fellay también tiene el ideal de la Tradición y la doctrina católicas, por supuesto, pero, en su santo realismo, él hace lo que puede, y no dice: “o esto o esto”. Él no quiere la guerra sino la paz. ¿Acaso eso no es lo que pide un verdadero santo? Oh, que afortunados somos de que ante las dudas que entorpecían nuestro camino, tengamos ahora la certeza, bajo la autorizada voz de Jorge Mario Bergoglio, de que el camino de la santidad puede ser recorrido por negociadores, diplomáticos y acuerdistas, que han comprendido que a la santidad se llega por el diálogo y la cultura del encuentro, y no por rígidos y enjaulados integrismos, que no tienen otro destino final que el de la arena del coliseo, el hacha del verdugo o la lefebvriana “excomunión”.