jueves, 7 de enero de 2016

¿QUÉ PENSAR DE MARÍA VALTORTA?






Para responder a esta pregunta, reproducimos aquí, complementándolo un poco, un pasaje de la reseña del libro del P. Gérard Herrbach, Visiones sobre el Evangelio, aparecido en Le Sel de la terre n° 7. Para más detalles, nos remitimos al libro del P. Herrbach disponible en el sitio de Clovis.

Respecto a María Valtorta 

María Valtorta murió en 1961 en un aislamiento psíquico incomprensible” (demente). Su obra principal, La vida de Jesús, escrita de 1943 a 1947, abarca unas 10.000 páginas de cuadernos. Su confesor, el P. Migliorini, pretende haber sido recibido en audiencia, en compañía del P. Berti, por el papa Pío XII en febrero de 1948, el papa le habría dicho que publicara la obra tal cual, agregando: “Quien lea, comprenderá”. Esta autorización oral del papa parece inverosímil: el papa no hubiera podido razonablemente dar tal autorización sin haber leído la obra y haberse asegurado de su ortodoxia: Pero ¿cómo el papa hubiera encontrado el tiempo de leer estas 10.000 páginas? Esta autorización del papa parece más inverosímil si se considera que el Santo Oficio prohibió definitivamente (sin re-evaluación posible) la obra un año más tarde, en febrero de 1949. Por tanto, los cuatro primeros volúmenes fueron publicados sin imprimatur, desde 1956 a 1959. El 16 de diciembre de 1959, los libros editados fueron puestos en el Index. El Osservatore romano publicó la puesta en el Index acompañada de un artículo justificando la condenación.

He aquí algunos extractos de ese artículo:

Los cuatro Evangelios nos presentan un Jesús humilde y pleno de reserva; sus discursos son sobrios, incisivos, pero de una suprema eficacia. Al contrario, en esta especie de historia romántica, Jesús es locuaz en exceso y se asemeja a un propagandista, siempre dispuesto a proclamarse Mesías e Hijo de Dios y a declamar lecciones de teología en los mismos términos que usaría en la actualidad un profesor de teología. En los relatos del Evangelio, admiramos la humildad y el silencio de la Madre de Jesús; al contrario, para el autor (hombre o mujer) de esta obra, la Santísima Virgen tiene la elocuencia de una abogada moderna, siempre presente en todas partes y siempre dispuesta a ofrecer lecciones de teología mariana, perfectamente al corriente de los últimos estudios de los especialistas actuales en esta materia. [...] Algunas páginas son más bien escabrosas y son una reminiscencia de las descripciones y escenas de las novelas modernas. Daremos solamente algunos ejemplos, como la confesión hecha a María por una cierta Aglaé, mujer de mala vida (Volumen 1, pág. 790 y siguientes [estas referencias no corresponden a la edición actual en francés, sino a la publicada en esta época en italiano]); el relato poco edificante de las páginas 887 y siguientes del 1er volumen; un baile ejecutado ciertamente de una manera impúdica ante Pilato en el Pretorio (Volumen 4, pág. 75) etc. […] Para terminar, señalo otra afirmación extraña e imprecisa donde se dice de la Madona: “Tú, todo el tiempo que permanecerás en la tierra, tú serás la segunda después de Pedro, como jerarquía eclesiástica…” [Los subrayados son nuestros, señala el Osservatore romano].


He aquí algunos ejemplos de los errores e inconveniencias de este libro:

Nuestro Señor piensa que actualmente la palabra fatiga, y que hay que recurrir a las visiones… de María Valtorta; el árbol de la vida en el paraíso terrenal no es más que un símbolo; el pecado de Adán y Eva consistió en el uso del matrimonio en un espíritu de lujuria, Santa Ana dio a luz sin dolor; Nuestra Señora se jacta de su humildad y de su calma; Ella dice haber redimido a las mujeres por su maternidad; Ella vio a Dios durante Su creación; Satanás se encarnó en Judas.

Se pueden notar, asimismo, numerosas contradicciones con el Evangelio, por ejemplo Nuestro Señor succionó con avidez la hiel presentada por el soldado; sobre la cruz, Nuestro Señor no deja de llamar “¡Mamá! y Ella de responder: “Sí mi tesoro, estoy aquí”; Nuestra Señora se enoja, grita y delira “casi” después de la muerte de su Hijo; sin hablar de las numerosas sensualidades que salpican la obra.

Ahora he aquí un extracto del tomo 3 (EMV 199, c. 60, p. 353) de la edición francesa, que da cuenta de una broma malsonante, e incluso bastante chocante, que “Jesús” haría a “San Pedro”:
Jesús se levanta y llama en voz alta: “Simón hijo de Jonás, ven aquí”
Pedro salta y sube rápidamente la escalera: “¿Qué quieres Maestro?”
“¡Ven aquí, usurpador y corruptor!”
“¿Yo? ¿Por qué? ¿Qué he hecho Señor?”
“Tú has corrompido a mi Madre. Es por eso que tú querías estar solo. ¿Qué debo hacerte?”
Pero Jesús sonríe y Pedro se tranquiliza. “¡Oh! -dice- “Me has asustado realmente! Pero ahora tu ríes…

Mons. Lefebvre
, durante un retiro (en septiembre de 1986, instrucción 4) expresó su reserva respecto a María Valtorta:

Haríamos bien (…) en no detenernos demasiado en los diversos hechos de la vida de Nuestro Señor. Tal vez estas vidas que se han hecho de Nuestro Señor (…) estos libros que se presentan como revelaciones de la vida de Nuestro Señor, en mi opinión, pueden ser un peligro, porque justamente éstos representan a Nuestro Señor de una manera bastante concreta, demasiado detallada de su vida. Pienso por supuesto en María Valtorta. Y puede ser que para algunos esta lectura pueda hacer bien, ella puede acercar a Nuestro Señor, tratar de imaginarse lo que podía ser la vida de los apóstoles con Nuestro Señor, la vida de Nazaret, la vida en las visitas que hacía Nuestro Señor a las ciudades de Israel. Pero hay un peligro, un gran peligro: humanizar demasiado, concretizar demasiado y no mostrar suficientemente el rostro de Dios, en esta vida de Nuestro Señor. Allí hay un peligro. Yo no sé si hay que recomendar a las personas no muy versadas la lectura de libros como este. Yo no estoy seguro de que esto los eleve y los haga conocer verdaderamente a Nuestro Señor tal como era, tal como es, tal como debemos conocerlo, creerlo.

En lugar de leer esta novela en la que los errores abundan, los fieles harían mejor si leyeran las Sagradas Escrituras con buenos comentarios de los Padres de la Iglesia, por ejemplo, La Vida de Jesucristo por Ludolphe le Chartreux, La Catena Áurea de Santo Tomás de Aquino, los comentarios del Evangelio de Bossuet, los comentarios de las Epístolas de San Pablo por Dom Delatte o de la Sagrada Escritura por Dom Marmion, o incluso buenas vidas de santos: nuestros ancestros han hecho sus delicias de la leyenda dorada del bienaventurado Jacques de Voragine. Las vidas de santos -salvo en el caso de una mala hagiografía- nos hacen permanecer en la realidad en lugar de partir a lo imaginario como es el caso de estas “visiones”. Las vidas de los santos tienen con qué nutrir la imaginación, el corazón y la inteligencia de todos los cristianos, incluso los más sencillos; encontramos incluso hoy buenas vidas de santos ilustradas. Es allí donde se puede encontrar un verdadero antídoto a la televisión.