jueves, 4 de junio de 2015

MONS. FELLAY “MISERICORDEA” CON FRANCISCO





Los afanes acuerdistas del Superior General de la FSSPX no podían dejar de mostrarse en su nueva “Carta a los amigos y bienhechores, llevándonos a pensar incluso que entre esos “amigos y bienhechores” Mons. Fellay podría estar incluyendo sin dudas a Francisco. Los párrafos destacados por Non Possumus de un reciente sermón suyo en California bastante claro lo dejan. Pero ahora, tomando una conferencia del Cardenal Oscar Maradiaga en, curiosamente, el mismo sitio, California, Mons. Fellay serpentea con su reconocido estilo para evitar criticar o corregir a Francisco, tomándoselas con el mediático cardenal hondureño. Desde luego que con esto no evita, sino antes bien pone mejor de relieve su liberalismo, siempre ambivalente y contradictorio.

Así Mons. Fellay empieza resumiendo su carta de la siguiente manera:

“En una conferencia del 20 de enero de 2015 el Cardenal Maradiaga considera que la misericordia debe insuflar un nuevo espíritu a las reformas introducidas por el Concilio Vaticano II, para abrir la Iglesia al mundo de hoy. Así instrumentalizada, la misericordia es amputada del arrepentimiento de las faltas; y ya no parece sino una mirada complaciente sobre el pecador y su pecado”.

Bien, la misericordia pregonada por el Cardenal Maradiaga, “coordinador del grupo de cardenales a los que el Papa Francisco ha confiado la reflexión sobre la reforma de la Curia Romana”, como se encarga de informar Mons. Fellay, es, al decir de este mismo, “Una nueva misericordia al rescate de las reformas conciliares”. Bien visto. No es por lo tanto la misericordia rectamente entendida y enseñada por la Iglesia Católica.

Pero veamos la voltereta que da luego Mons. Fellay para no involucrar a Francisco en esta falsificación de la misericordia cuyo único fin es llevar las reformas del concilio hasta sus últimas catastróficas consecuencias (el resaltado es nuestro):

“¿Se puede mutilar la misericordia, separarla de una necesaria penitencia, como lo hace el Cardenal Maradiaga, con el fin confeso de devolver un nuevo espíritu a las reformas conciliares que están en ruptura con el espíritu tradicional? ¡Decididamente no! En esta conferencia que pronunció tres meses antes de la bula de convocatoria del Año Santo, ¿es el intérprete de las ideas del Papa Francisco? Es muy difícil saberlo siendo tan contradictorios los mensajes que llegan de Roma desde hace dos años, como reconocen ciertos cardenales en privado y muchos vaticanistas abiertamente.

Así que luego de más de dos años de pontificado de Francisco, Mons. Fellay todavía no sabe qué pensar acerca de éste. ¡Qué difícil saberlo! Pero sin ánimo de extendernos demasiado con los dichos o hechos infinitos con que Francisco ha dejado en claro su modernismo superlativo absoluto, su non plus ultra en la “escala Richter” de los jerarcas destructores de la Iglesia, sus prácticas absolutamente revolucionarias y escandalosas, nos limitaremos a poner en evidencia simplemente que para Mons. Fellay no sería difícil saber si el Card. Maradiaga es o no un fiel exponente del pensamiento de Francisco, si hubiese  leído la bula Misericordiae Vultus de Francisco convocando al “Jubileo Extraordinario de la Misericordia”, al que Mons. Fellay llama a adherir, eso sí, con “discernimiento previo”.  Un discernimiento previo que sin embargo hace que Mons. Fellay todavía no sepa qué pensar de Francisco.

Pero antes de citar el “misericordioso” documento de Francisco, conviene entender que si Mons. Fellay llama a acogerse al “Año Santo de la Misericordia” dispuesto por aquél, es porque debe conocer los términos en que el mismo se convoca y el espíritu que lo anima. De lo contrario Mons. Fellay se estaría mostrando como un irresponsable. Ahora bien, en caso de conocer la referida bula, no podría haber hecho la pregunta con que parece excluir a Francisco de lo que acusa a Maradiaga, por no saber si coincide o no con este cardenal. Por lo tanto, o Mons. Fellay sabe bien lo que piensa Francisco pero prefiere simular que no lo sabe, para no ser rechazado por éste, o no lo sabe porque no lee sus documentos ni escucha sus declaraciones ni sigue sus actos. Por lo que no cabe sino afirmar una de dos cosas: o Mons. Fellay es un mentiroso y cobarde que sacrifica la verdad en busca de un acuerdo con Roma, o es un ignorante que se deja guiar por sus “buenas intenciones”. Cualquiera sea su falta, el capitán del barco llamado “FSSPX” habrá de hundirlo, en nombre de la “misericordia”, y con la complicidad de una tripulación de cobardes que, siguiendo su propio ejemplo, no se animan a decir la verdad a sus superiores, pero también con la cooperación de la infaltable tropa (o troupe) de zoquetes que habiendo abdicado de todo sentido intelectivo, encuentran que este es un “escrito intachable” o son “sabias palabras” las del Superior general. Pero no hay que preocuparse por la verdad, porque ésta siempre encuentra lugar en los botes. Lo que hunde el barco es la mentira, la cobardía, la estupidez, la falsedad, la falta de celo por la verdad, el liberalismo, la traición.

Justificándose en estas palabras de Mons. Lefebvre: “En la práctica, nuestra actitud debe fundarse en un discernimiento previo, necesario para la circunstancia extraordinaria que significa un papa ganado por el liberalismo. He aquí ese discernimiento: cuando el papa dice algo que es conforme a la tradición, le seguimos; cuando dice algo contrario a nuestra fe, o cuando alienta, o deja hacer algo que daña nuestra fe, ¡entonces no podemos seguirle! Y esto por la razón fundamental de que la Iglesia, el papa, la jerarquía están al servicio de la fe. No son ellos quienes hacen la fe; deben servirla. La fe no se hace, es inmutable, se transmite” (Le destronaron, Voz en el Desierto, México, 2002, pág. 263), dice Mons. Fellay, en adhesión al “Año santo de la Misericordia” convocado por Francisco:


“¿Habrá que privarse por ello de las gracias de un Año Santo? Todo lo contrario. ¡Cuando las compuertas de la gracia se abren, hay que recibirla en abundancia! Un año Santo es una gran gracia para todos los miembros de la Iglesia. Vivamos, pues, de la verdadera misericordia, como nos lo enseñan todas las páginas del Evangelio y de la liturgia tradicional. En conformidad con el “discernimiento previo” sobre el cual Mons. Lefebvre fundó el proceder de la Fraternidad San Pío X, en estos tiempos de confusión, rechacemos una misericordia truncada y vivamos plenamente de la misericordia cabal.

En lo que a nosotros se refiere, queridos fieles, debemos aprovechar este Año Santo para pedir al Dios de la misericordia una conversión a la santidad cada vez más profunda, e implorar las gracias y los perdones de su misericordia infinita. Vamos a preparar el centenario de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima practicando y propagando con todas nuestras fuerzas la devoción a su Corazón doloroso e inmaculado, como Ella nos pidió. Seguiremos suplicando ahora y siempre que sus pedidos, en particular la consagración de Rusia, sean por fin escuchados como se debe. No hay ninguna oposición entre estos pensamientos dirigidos a María y el Año de la Misericordia, ¡todo lo contrario! No separemos a quienes Dios quiere ver unidos: los dos Corazones de Jesús y de María, como lo ha explicado Nuestro Señor a Sor Lucía de Fátima. Cada distrito de la Fraternidad os comunicará las obras particulares a practicar para beneficiarse con todas las gracias que la Misericordia divina nos concederá durante este Año Santo.”

Ahora veamos algunas de las cosas que dice Francisco en su convocatoria  al “Año Santo de la Misericordia” al que “con discernimiento” llama Mons. Fellay a participar y seguir, diciendo además que en este “Año de la Misericordia” convocado por Francisco ¡no hay ninguna oposición con los pensamientos dirigidos a María en la devoción a su Inmaculado Corazón! (los resaltados son nuestros):

“He escogido la fecha del 8 de diciembre por su gran significado en la historia reciente de la Iglesia. En efecto, abriré la Puerta Santa en el quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II. La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento. Para ella iniciaba un nuevo periodo de su historia.

Vuelven a la mente las palabras cargadas de significado que san Juan XXIII pronunció en la apertura del Concilio para indicar el camino a seguir: “En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad … La Iglesia Católica, al elevar por medio de este Concilio Ecuménico la antorcha de la verdad católica, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella”. En el mismo horizonte se colocaba también el beato Pablo VI quien, en la Conclusión del Concilio, se expresaba de esta manera: “Queremos más bien notar cómo la religión de nuestro Concilio ha sido principalmente la caridad… La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio… Una corriente de afecto y admiración se ha volcado del Concilio hacia el mundo moderno. Ha reprobado los errores, sí, porque lo exige, no menos la caridad que la verdad, pero, para las personas, sólo invitación, respeto y amor. El Concilio ha enviado al mundo contemporáneo en lugar de deprimentes diagnósticos, remedios alentadores, en vez de funestos presagios, mensajes de esperanza: sus valores no sólo han sido respetados sino honrados, sostenidos sus incesantes esfuerzos, sus aspiraciones, purificadas y bendecidas… Otra cosa debemos destacar aún: toda esta riqueza doctrinal se vuelca en una única dirección: servir al hombre. Al hombre en todas sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades”.

Bien, ¿es difícil saber si el cardenal Maradiaga era el “fiel intérprete de Francisco” al querer rescatar las reformas conciliares con una “nueva misericordia” reñida con la verdad evangélica? ¿Es difícil, Monseñor Fellay?

Sigue Francisco:

“De otra parábola, además, podemos extraer una enseñanza para nuestro estilo de vida cristiano. Provocado por la pregunta de Pedro acerca de cuántas veces fuese necesario perdonar, Jesús responde: “No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete” (Mt 18,22) y pronunció la parábola del ‘siervo despiadado’. Este, llamado por el patrón a restituir una grande suma, lo suplica de rodillas y el patrón le condona la deuda. Pero inmediatamente encuentra otro siervo como él que le debía unos pocos centésimos, el cual le suplica de rodillas que tenga piedad, pero él se niega y lo hace encarcelar.
 Entonces el patrón, advertido del hecho, se irrita mucho y volviendo a llamar aquel siervo le dice: “¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?” (Mt 18,33). Y Jesús concluye: “Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos” (Mt 18,35).
La parábola ofrece una profunda enseñanza a cada uno de nosotros. Jesús afirma que la misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus hijos”.

Puede advertirse que Francisco se salta groseramente un versículo del Evangelio según San Mateo, el 18,34, que dice así: “E irritado el señor, le entregó en manos de los verdugos, hasta tanto que pagara la deuda toda por entero”. Y allí viene sí lo que concluye Nuestro Señor, que de otra forma no se entiende la enseñanza. Pero, claro, la nueva religión del Vaticano II no puede hablar de castigos de Dios, entonces prefiere mutilar su palabra con sonrisa “misericordeadora”. ¡Escandalosa manipulación de la Palabra de Dios!

Pero además, y luego de citar a “san Juan Pablo II”, Francisco compromete su “Año de Misericordia” con su plan ecumenista tributario del Nuevo Orden Mundial:

“La misericordia posee un valor que sobrepasa los confines de la Iglesia. Ella nos relaciona con el judaísmo y el Islam, que la consideran uno de los atributos más calificativos de Dios. Israel primero que todo recibió esta revelación, que permanece en la historia como el comienzo de una riqueza inconmensurable de ofrecer a la entera humanidad. Como hemos visto, las páginas del Antiguo Testamento están entretejidas de misericordia porque narran las obras que el Señor ha realizado en favor de su pueblo en los momentos más difíciles de su historia. El Islam, por su parte, entre los nombres que le atribuye al Creador está el de Misericordioso y Clemente. Esta invocación aparece con frecuencia en los labios de los fieles musulmanes, que se sienten acompañados y sostenidos por la misericordia en su cotidiana debilidad. También ellos creen que nadie puede limitar la misericordia divina porque sus puertas están siempre abiertas.
Este Año Jubilar vivido en la misericordia pueda favorecer el encuentro con estas religiones y con las otras nobles tradiciones religiosas; nos haga más abiertos al diálogo para conocerlas y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación”.

¿Estará incluyendo Francisco en esas “otras nobles tradiciones religiosas” a los tradicionalistas de la Neo-FSSPX? En todo caso, el lenguaje de uno y otro lado encuentra cada vez más coincidencias, y los silencios y complicidades, con actos inclusive favorables por parte de Roma hacia los “tradiliberales”, son una muestra más de la conformación, a través de esta falsa misericordia, de una maldita falsificación de la Iglesia católica, erigida sobre la sempiterna Víctima, Jesucristo de nuevo crucificado por los precursores del Anticristo. ¡Sacerdotes y fieles de la Fraternidad San Pío X, aléjense de esos sepulcros blanqueados! No podemos esperar la Misericordia de Dios si voluntariamente lo ofendemos abrazando el error, si no buscamos el camino recto y estrecho de la verdad, único que nos permite vivir en la auténtica caridad y no una deformación de ésta que en realidad esconde el amor propio y el desprecio de Dios. Creamos en la Misericordia de Dios, según el Evangelio.