lunes, 17 de junio de 2013

ENTREVISTA A MONSEÑOR LEFEBVRE POR "LE FIGARO" EL 4 DE AGOSTO DE 1976.




En esta entrevista, las declaraciones de Monseñor Lefebvre son tremendas y a la vez sumamente esclarecedoras. Parece que fue hecha para estos tiempos...
 

-Monseñor, ¿no está usted al borde del cisma?

-Esta es una cuestión que se plantean muchos católicos al leer sobre las últimas sanciones tomadas por Roma en contra nuestra. Los católicos, en su mayoría, definen o imaginan el cisma como una ruptura con el papa. No llevan más allá su investigación. Ustedes romperán con el papa o el papa lo hará con ustedes, por lo tanto irán al cisma.

¿Por qué romper con el Papa es hacer cisma? Porque en donde está el Papa está la Iglesia católica. Por lo tanto, en realidad es alejarse de la Iglesia Católica. Pero la Iglesia católica es una realidad mística que existe no solamente en el espacio o en la superficie de la tierra, sino que también en el tiempo y en la eternidad. Para que el papa represente a la Iglesia y sea su imagen, debe no solamente estar unido a ella en el espacio sino también en el tiempo, siendo la Iglesia esencialmente una tradición viva.

En la medida en que el papa se aleje de esta tradición, se hará cismático, el rompería con la Iglesia. Los teólogos como San Belarmino, Cayetano, el cardenal Journet y muchos otros han estudiado esta eventualidad. Por lo tanto no es una cosa inconcebible. Pero en lo que a nosotros concierne, es el Concilio Vaticano II y sus reformas, sus orientaciones oficiales, lo que nos preocupa, más que la actitud personal del papa, más difícil de descubrir.

Este concilio representa, tanto a los ojos de las autoridades romanas como a los nuestros, una NUEVA IGLESIA, llamada LA IGLESIA CONCILIAR.

Nosotros creemos poder afirmar, ateniéndonos a la crítica externa e interna del Vaticano II, es decir, analizando los textos y estudiando las actas y las conclusiones de este Concilio, que éste, dando la espalda a la Tradición y rompiendo con la Iglesia del pasado, es un CONCILIO CISMÁTICO. Se juzga al árbol por sus frutos. Desde entonces, toda la gran prensa mundial americana y europea, reconoce que este concilio está arruinando la Iglesia católica a tal punto que incluso los incrédulos y los gobiernos laicos se inquietan.

Un pacto de no-agresión se ha concluido entre la Iglesia y la masonería. Es a este pacto que se ha cubierto con el nombre de aggiornamento, de apertura al mundo, de ecumenismo. A partir de aquí, la Iglesia acepta ya no ser la única religión verdadera, el único camino de salvación eterna. Ella reconoce a las otras religiones como religiones hermanas. Reconoce como un derecho otorgado por la naturaleza de la persona humana, que ésta sea libre de escoger su religión y que en consecuencia un Estado católico ya no es admisible.

Admitido este NUEVO PRINCIPIO, es toda la doctrina de la Iglesia que debe cambiar su culto, su sacerdocio, sus instituciones. Porque hasta entonces, la Iglesia manifestaba que ella era la única en poseer la Verdad, el Camino y la Vida en Nuestro Señor Jesucristo, al cual poseía en persona en la santa Eucaristía, presente gracias a la continuación de Su Sacrificio. Por lo tanto es una inversión total de la tradición y de la enseñanza de la Iglesia que se operó desde el Concilio y por el Concilio.

Todos aquellos que cooperan en la aplicación de este cambio radical aceptan y se adhieren a esta nueva Iglesia conciliar como la designó Su Excelencia Monseñor Benelli, en la carta que él me dirigió en nombre del Santo Padre el pasado 25 de junio, y entran en el cisma.

La adopción de las tesis liberales por un concilio no pudo haber tenido lugar más que en un concilio pastoral no infalible y no puede explicarse sin una secreta y minuciosa preparación que los historiadores terminarán de descubrir con gran estupefacción de los católicos que confunden a la Iglesia católica y romana eterna con la Roma humana y susceptible de ser invadida por los enemigos cubiertos de púrpura. ¿Cómo podríamos nosotros, por una obediencia servil y ciega, seguir el juego de estos cismáticos que nos piden colaborar a su empresa de DESTRUCCIÓN DE LA IGLESIA?

La autoridad delegada por Nuestro Señor al papa, a los obispos y al sacerdocio en general, está al servicio de la fe en su divinidad y de la transmisión de Su propia vida divina. Todas las instituciones divinas o eclesiásticas están destinadas a este fin. Todos los derechos, todas las leyes, no tienen otro objetivo. Servirse del derecho, de las instituciones para ANIQUILAR LA FE CATÓLICA y ya no comunicar la vida, es practicar el aborto o la contracepción espiritual. ¿Quién osará decir que un católico digno de ese nombre pueda cooperar a un crimen peor que el aborto corporal?

Es por eso que nosotros estamos sometidos y dispuestos a aceptar todo lo que es conforme a nuestra fe católica, tal cual ha sido enseñada durante dos mil años, pero nosotros rechazamos todo lo que se le opone. Se nos objeta: usted juzga a la fe católica. Pero ¿no es el deber más grave de todo católico juzgar la fe que se le enseña hoy por la fe que fue enseñada y creída durante veinte siglos y que está inscrita en los catecismos oficiales como el de Trento, el de San Pío X y en todos los catecismos anteriores al Vaticano II? ¿Cómo han actuado todos los verdaderos fieles respecto a las herejías? Han preferido derramar su sangre que traicionar su fe. Que la herejía provenga de algún portavoz tan elevado en dignidad como pueda serlo, el problema es el mismo para la salvación de nuestras almas. A este respecto, muchos fieles adolecen de una ignorancia grave de la naturaleza y de la extensión de la infalibilidad del papa. Muchos piensan que cualquier palabra salida de boca del papa es infalible.

Por otra parte, tenemos la certeza de que la fe enseñada por la Iglesia durante veinte siglos no puede contener error, pero nosotros no tenemos ni mucho menos la absoluta certitud de que el papa sea verdaderamente papa. La herejía, el cisma, la excomunión ipso facto, la invalidez de la elección, son causas que eventualmente pueden hacer que un papa no lo haya sido jamás o ya no lo sea.

En ese caso, evidentemente muy excepcional, la Iglesia se encontraría en una situación parecida a la que ella sufre después del deceso de un soberano pontífice. Porque finalmente, un problema grave se plantea a la conciencia y a la fe de todos los católicos desde el principio del pontificado de Paulo VI. ¿Cómo es posible que un papa, verdadero sucesor de Pedro, con la asistencia asegurada del Espíritu Santo, pueda presidir la destrucción de la Iglesia, la más profunda y la más extendida de su historia en el espacio de tan poco tiempo, lo que ningún heresiarca jamás logró hacer?

Habrá que responder a ésta cuestión un día, pero dejando este problema a los teólogos y a los historiadores, la realidad nos constriñe a responder prácticamente según el consejo de San Vicente de Lerins: “¿Qué hará el cristiano católico si alguna parcela de la Iglesia se separa de la comunión de la ley universal? Cual otro partido tomar sino el preferirle al miembro gangrenado y corrompido, el cuerpo en conjunto que es sano, y si algún contagio nuevo se esfuerza por envenenar, ya no una pequeña parte de la Iglesia sino a toda la Iglesia completa ¡Entonces su gran preocupación será de apegarse a la antigüedad que, evidentemente, no puede ser seducida por ninguna novedad mentirosa!”.

Entonces nosotros estamos bien decididos a continuar nuestra obra de restauración del sacerdocio católico pase lo que pase, persuadidos que nosotros no podemos darle un mejor servicio a la Iglesia, al papa, a los obispos y a los fieles. Que nos dejen hacer la experiencia de la Tradición.