martes, 14 de mayo de 2013

RAFAEL BRAUN: “SE ACABÓ LA MONARQUÍA EN LA IGLESIA”





Comentario Syllabus:
Venía faltando, cómo no, la opinión “autorizada” de Rafael Braun, capitoste del modernismo argentino, acerca del pontificado de Francisco. La Academia Nacional de Periodismo presenta del siguiente modo a este señor:
Sacerdote de la Iglesia Católica, nacido en Buenos Aires en 1935, es doctor en Filosofía por la Universidad de Lovaina (Bélgica) y licenciado en teología por la Universidad Católica Argentina.
Director de la revista Criterio entre 1978 y 1993, y miembro de su Consejo de Redacción durante 40 años, es hoy miembro de su Consejo Asesor. Es colaborador de La Nación y Clarín y ha tenido importante actuación en el medio radiofónico. Hoy es Rector de la Iglesia Santa Catalina de Siena y también miembro del Consejo Directivo de la Fundación Banco de Alimentos. Recibió, entre otras distinciones, en 1991 el Laurel de Plata otorgado por el Rotary Club de Buenos Aires y en 1996 el Premio Derechos Humanos B’nai B’rith Argentina y el Diploma al Mérito en la Disciplina Etica, concedido por la Fundación Konex”.
Este cura al que raramente se lo ve con clergyman, mentor “espiritual” de Máxima Zorreguieta, típica representante de la tilinguería de “gente bien” que son católicos pero aman el mundo, los lujos y el poder, actualmente Reina de Holanda (ese país corrupto como pocos, ultra-progresista, en el sentido más holandés de esa mala palabra, parafraseando a Borges), este prestigioso Raffy (como lo llama Magdalena Ruiz Guiñazú, periodista acomodaticia como pocas y con quien hicieron un libro juntos) y que tuvo participación en la boda de la Máxima apóstata, sabe hacerle honor a su apellido heredero de las afeitadoras y demás electrodomésticos, pues siguiendo el ejemplo del guarango y lunfardo tango que dice “Y la chiva hasta a Cristo se la han afeitao...”, pues bien, Braun se ha dedicado a afeitar cuanto podía la verdadera Religión de Cristo y ahora viene a dar su apoyo –junto con el de la B’Naith B’Rith y otros- al Papa Francisco, como no podía ser de otro modo. Debajo la entrevista con La Nación diario.


El sacerdote e intelectual cree que la elección de Francisco como papa limita el poder de la curia, renueva sus estructuras y abre espacio a los laicos

Por Agustina Lanusse  | Para LA NACION
Domingo 12 de mayo de 2013 | Publicado en edición impresa

Para el sacerdote y reconocido intelectual Rafael Braun, pensador autónomo y crítico que desde las páginas de la revista Criterio, cuya dirección ejerció durante largos años, ha tenido una vasta influencia en el pensamiento católico argentino, la elección de Bergoglio como papa, hace dos meses, no significa sólo un cambio de mando, sino una verdadera revolución dentro de la Iglesia.

"Hay mucho pecado en la Iglesia", ha denunciado en varias oportunidades Braun, doctor en Filosofía por la Universidad de Lovaina (Bélgica), licenciado en Teología, ex investigador del Conicet, ex rector del Centro Santa Catalina y miembro del Consejo Consultivo de Criterio. Siempre se demostró más amigo de la verdad que de las modas intelectuales o sociales de cada momento, y no temió ser severo en sus análisis, convencido de que la libertad de pensamiento es premisa del ejercicio intelectual.

Esperanzado, hoy compara la renuncia de Benedicto XVI y la elección de Francisco con el proceso independentista que vivió América latina en el siglo XIX. "Por fin libres del imperio europeo, independientes", subraya. Cree que el papado ya no será más una monarquía. Que no habrá un papa monarca y una corte, sino un servidor. Que el clericalismo deberá terminar, y que la Iglesia podrá dejar de estar encerrada en sí misma para salir al mundo con espíritu misionero. Braun conoce muy bien a Bergoglio y siente una enorme gratitud por la amistad y la confianza que siempre le brindó.

-¿Cómo evalúa la renuncia de Benedicto XVI?

-Fue algo maravilloso y revolucionario, que no me sorprendió. Él había escrito en 2010 en su libro Luz del mundo que estaría dispuesto a renunciar si se encontrara en la situación en que luego estuvo. Esta renuncia marca el fin de la gerontocracia. El inicio de un nuevo milenio. Y como él, habrá otros papas que se animarán a asumir con 76 años, confiados en que podrán dejar su cargo cuando sientan que ya no están aptos para ejercerlo.

-¿Qué implicó para la Iglesia?

-Fue necesario por dos motivos: uno, porque en la Iglesia no se ha tenido en cuenta el cambio generacional que se da hoy, ya que la gente se muere 20 años más tarde. En ese sentido, el final tan largo de Juan Pablo II ha sido un mal ejemplo, pues si bien tuvo un fuerte coraje para luchar hasta el fin, el gobierno quedó más en las manos de la curia que en las propias. El otro motivo es de sentido común. Si los obispos están obligados a renunciar a los 75 años y los cardenales luego de los 80 no pueden votar en el cónclave, ¿por qué el Papa, que es obispo y cardenal, puede seguir? Lo que dijo el secretario de Juan Pablo II en su momento, que el Papa no debía renunciar pues eso implicaba bajarse de la cruz, es un error. Es considerarlo como un monarca que no puede abdicar.

-¿Por qué cree que se eligió a Francisco?

-Porque, además de que los candidatos más nombrados se neutralizaron, creo que Bergoglio comenzó a tener una proyección fuerte en el plano internacional a partir del Sínodo de los Obispos de Roma en 2001. Fue nombrado, y se desempeñó, como relator general adjunto, al reemplazar al obispo de Nueva York, que debió regresar a los Estados Unidos luego del atentado contra las Torres Gemelas. No hay que olvidar que en el cónclave que eligió a Joseph Ratzinger, en 2005, él llegó segundo. En 2007 presidió la Comisión de Redacción del Documento de Aparecida en la V Conferencia General del Episcopado de América latina y el Caribe. Y, por último, su intervención en las asambleas anteriores a este último cónclave tuvo una repercusión enorme. Allí habló de la necesidad de la Iglesia de salir de sí, de ir a la periferia existencial con espíritu misionero, y se preguntó sobre cuántas veces la jerarquía queda atrapada en un narcisismo teológico, en una mundanidad espiritual al vivir para darse gloria los unos a los otros. Fueron palabras muy fuertes que calaron hondo.

-¿Por qué su designación conmovió tanto en la Argentina y en el mundo?

-Creo que en nuestro continente hay una enorme alegría porque lo que estamos viviendo se equipara, análogamente, a las revoluciones de la independencia, dos siglos atrás. Nuestros pueblos vivieron tres siglos como colonias de un imperio ibérico que incluso tenía derecho al patronato. Ahora hemos vivido dos siglos de república, pero la Iglesia en América latina, a mi juicio, fue tratada como una colonia eclesial. El símbolo más claro de esto fueron los últimos años del pontificado de Juan Pablo II, donde crecieron en la curia romana las peores conductas típicas de las cortes monárquicas. Y muchos han sufrido las interferencias de los nuncios y las trabas a las conferencias episcopales. Con Francisco nos hemos independizado de la curia. Él descomprime, da libertad y alegría a la Iglesia concebida como pueblo de Dios, como la expresó el Concilio Vaticano II. Se trata de un cambio de profesores a pastores. El habla de pastoreo, servicio, colegialidad y comunión.

-¿Cuál será la tarea principal de Francisco? ¿Qué cambios debe afrontar de manera prioritaria?

-El primer cambio ya lo hizo: se presentó a sí mismo como obispo de Roma y no como papa. No se tituló como un monarca. Es primus inter pares. Tiene legitimidad de origen y fue reconocido como líder por sus pares para servir al pueblo. Otro gesto novedoso fue la elección de un Consejo Pastoral de ocho obispos de distintas partes del mundo para conducir con él. Su tarea principal será descentralizar el servicio de la Iglesia de Roma y trabajar para la comunión de los cristianos. Y lo hará diciendo la verdad y permitiendo que todos digan la verdad. Por eso hay tanta alegría.

-Pero, ¿no encontrará demasiadas resistencias para impulsar estos cambios?

-La tarea del Papa es doble. Por un lado, es el soberano del Estado de la ciudad del Vaticano, y tiene un governatorato en el cual trabajan 2000 personas; por otra parte, es el líder espiritual universal. La curia es, además, una gran burocracia de 842 personas que gobiernan 57 organismos al servicio de la misión religiosa. Pienso que las estructuras van a comenzar a caer de a poco, pero no lo hará él solo, sino junto al consejo de asesores. Me imagino un organigrama nuevo, descentralizado, con amplia participación de los laicos. Él conducirá con el ejemplo, permitiendo que la verdad salga a la luz. Lo oscuro y corrupto caerá por sí mismo.

-¿Su papado provacará cambios políticos en la Argentina?

-Su conducción no va a ser en contra de nadie, sino a favor. En la carta que le envió al presidente de la Corte Suprema dice que "administrar justicia es una de las más insignes tareas que el hombre puede ejercer". No se inmiscuye con la reforma judicial específicamente. Creo que su poder moral va a influir en la sociedad civil, y por ende tocará la esfera política, como la empresarial y tantas otras. El foco estará puesto en la sociedad y no en la política. Y la influencia positiva se dará de abajo hacia arriba. Ya lo estamos viendo: la gente está yendo a confesarse o a asistir a misa como hacía años no ocurría. Vuelven con amor a la Iglesia Católica. Y esto es una gran noticia.

 

De otra entrevista realizada por el mismo matutino (Domingo 21 de marzo de 1999 – “La religión crece en popularidad”):

-¿Qué pueden aprender de la religión los no creyentes?

-No se puede entender el mundo occidental si no se conoce el cristianismo. En esos tests de ingreso a las universidades nadie pregunta sobre la Biblia, que sin embargo es la raíz de nuestra cultura. No se trata de que todos debamos ser cristianos. Nadie va a imponer ninguna verdad, porque eso sería fundamentalismo. Si yo viviera en un país islámico tendría que conocer el Corán. Y si uno quiere entender al pueblo argentino tiene que entender a la Virgen de Luján. .