domingo, 20 de enero de 2013

AMIGO DE LA CRUZ





“¡Viva Jesús! ¡Viva su Cruz!
“Si conocieras en detalle mis cruces y humillaciones,  dudo que tuvieras tantas ansias de verme. En efecto, no puedo llegar a ninguna parte sin hacer partícipes de mi cruz a mis mejores amigos, frecuentemente a pesar mío y a pesar suyo. Todo el que me defiende o se declara en mi favor, tiene que sufrir por ello y a veces caer bajo la furia del infierno, a quien combato; del mundo, al que contradigo; de la carne, a la que persigo. Un enjambre de pecadores y pecadoras a quienes ataco no me da tregua ni a mí ni a los míos. Siempre alerta, siempre sobre espinas, siempre sobre guijarros afilados, me encuentro como una pelota en juego: tan pronto la arrojan de un lado, ya la rechazan del otro, golpeándola con violencia. Es el destino de este pobre pecador. Así estoy sin tregua ni descanso desde hace trece años, cuando salí de San Sulpicio.
“No obstante, querida hermana, bendice al Señor por mí. Pues me siento feliz en medio de mis sufrimientos, y no creo que haya nada en el mundo tan dulce para mí como la cruz más amarga, siempre que venga empapada en la sangre de Jesús crucificado y en la leche de su divina Madre. Pero además de este gozo interior hay gran provecho en llevar la cruz. ¡Cuánto quisiera que pudieras ver mis cruces! ¡Nunca he logrado mayor número de conversiones que después de los entredichos más crueles e injustos!”.

San Luis María Grignion de Montfort, Carta a su hermana Sor Catalina, 15 de agosto de 1713.